- La antropóloga cubana analiza en la Casa de Colón el estigma de las personas que practican la Regla Osha, una de las religiones afrocubanas con mayor presencia en el Archipiélago
La profesora del área de Antropología de la Universidad de La Laguna, Grecy Pérez, aborda el día 3 de diciembre (9:00 horas), en el aula 3 dedicada a las Religiones y Multiculturalismo, en la última jornada del Coloquio de Historia Canario-Americana, el estigma que padecen las personas que practican la Regla Osha en las Islas, porque “la santería genera rechazo en la sociedad canaria debido a su desconocimiento, ya que hay mucha ignorancia sobre ella y la gente se hace una idea equivocada al asociarla con brujería y prácticas demoníacas con las que no tiene relación”.
La Regla de Osha es una de las religiones afrocubanas con mayor presencia en el Archipiélago canario, donde su práctica implica el uso de los espacios públicos y privados, la apropiación de recursos materiales y simbólicos locales y la adaptación de sus rituales y festividades, mediante la creatividad y la innovación, detalla Pérez, cuyas líneas de investigación se detienen en el estudio de las religiones y su integración sociocultural, las migraciones transnacionales, la medicina popular y rituales y el patrimonio inmaterial, entre otros asuntos desde una perspectiva antropológica.
En su conferencia ‘¡No poner brujerías en esta esquina, por favor! Prácticas religiosas y uso de los espacios públicos’, que tiene como objetivo profundizar en los impactos que tienen lugar en la asignación de nuevos usos religiosos del territorio y sus recursos desde el contexto de las migraciones, expondrá que se trata de una religión que lleva muchos años en Canarias, ya que empezó a llegar con los canarios retornados de Cuba en el siglo XIX, aunque su presencia es más contundente a partir de las migraciones de la década de los noventa del pasado siglo, con el retorno de personas con nacionalidad española de Cuba y Venezuela.

“Debido al boom migratorio adquiere más visibilidad y presencia física con la creación de tiendas exotéricas y programas de televisión, por lo que se incrementa su protagonismo y fuerza, y comienzan a hacer un uso de los espacios públicos como lo harían otras religiones, como es el caso de las celebraciones de la comunidad hindú en el sur de Tenerife, a las que la sociedad está ya habituada”, explica. “Sin embargo, cuando esta religión hace uso del espacio público para sus rituales, a los que no están habituados en Canarias, se producen conflictos de interpretación, relacionándola con magia negra e incluso con cultos demoníacos, y haciéndoles responsables de una serie de eventos que no tienen que ver con sus prácticas”, añade Pérez.
Atentados al medio ambiente
“Cuando hablamos de la práctica de la Regla Osha en Canarias, podemos hablar de conflictos ambientales y socioculturales, porque existe una discrepancia entre distintos actores sociales sobre los significados y los usos de los distintos recursos del territorio, y que estos conflictos son, no solo materiales, sino del orden de los valores y significados, produciendo una situación de ilegitimidad para aquellos que no participan de estos paradigmas”, apunta la antropóloga.
Desde el punto de vista de las normativas medioambientales, algunas prácticas son consideradas como atentados al medio ambiente y un claro ejemplo está en el uso de montes, costas y espacios protegidos para colocar ofrendas y realizar distintas ceremonias, apunta. En este sentido, recuerda la aparición de lenguas de vacas clavadas en un parque de Tacoronte, en Tenerife, que generó un gran revuelo mediático, o el cierre de una playa, también de Tenerife, por la aparición de animales muertos.
Y es que una de las prácticas más comunes de esta religión supone la colocación de ofrendas o de restos de ‘trabajos’ en espacios públicos como rotondas, esquinas de calles, parques, playas y parques naturales. “Estas ofrendas pueden contener flores, frutas, sangre, lenguas, cabezas de animales, plantas, velas, telas, pelos, clavos y otras muchas sustancias contenidas en bolsas de papel y de plástico, o simplemente a la vista, que forman una parte cada vez más cotidiana del paisaje del Archipiélago. Sin embargo, cada vez que aparecen estos rituales, la gente “se lleva las manos a la cabeza”, sin darse cuenta de que son similares a una romería o a poner velas y flores en un centro religioso”, explica Pérez.
Para la antropóloga, estos procesos de apropiación, transformación y resignificación simbólica de los espacios, recursos y conocimientos, generan conflictos entre los usos tradicionales, los valores, intereses, perspectivas y cosmovisiones de los actores sociales. De ahí los estereotipos negativos que crean estigmas y prejuicios alrededor de la Regla Osha “que obliga a la mayor parte de las personas que la practica a hacerlo a escondidas por el temor al rechazo”.
Este año, a causa de la pandemia, está siendo verdaderamente complicado para los fieles de esta religión llevar a cabo sus ceremonias, producto de la imposibilidad de salir de sus casas, acudir al monte, reunirse para celebraciones o viajar entre islas. “Por ello se han visto en la necesidad de desarrollar rituales de manera ‘online’, lo que les ha supuesto una mayor visibilidad en las redes sociales, a la par que mayores críticas al publicarse de manera virtual, algunos eventos que suelen quedar en la intimidad de los hogares o en la oscuridad de los montes”, concluye Grecy Pérez.